martes, 22 de octubre de 2013

¿Y por qué no...?

Llevo muchos años escuchando aquello de que las empresas son el mal, que explotan a los trabajadores, que tratan a las personas como recursos. Típico discurso visceral, que tanta pegada tiene y que tan nuestro hemos hecho entre todos. Que no protestamos dicen. Perdonen, pero yo es que como me levante del sofá la lío parda, el único problema es que la calle ahora mismo pilla lejos.

Creo que es parte de nuestra identidad genética como sociedad. Es mucho más interesante y, reconozcámoslo, divertido, hablar de temas que nos inflan la vena y que nos sitúan en un plano moral superior con respecto al inútil o explotador de turno, que hablar de las cosas que sí que funcionan y que suponen un avance, por pequeño que éste sea.

Bueno, pues resulta que en este país de pandereta, de incongruencias y hipsters instalados en un estado permanente de queja y cabreo hay instituciones, empresas e incluso, ¡ojo!, personas, que hacen las cosas bien. Y si no bien, al menos ponen todo su empeño en intentar mejorar el mundo que los rodea.

Y una de esas empresas, que me perdonen los que se sientan ofendidos por mi descarado orgullo de pertenencia a una institución empresarial, es en la que trabajo yo. ASPgems. No somos ni mucho menos perfectos. Nos equivocamos y a veces metemos la pata hasta el fondo. Eso es así. Pero sí que intentamos mejorar el mundo que nos rodea. Y eso también es así.

La última iniciativa que hemos lanzado ha sido la de patrocinar un número de plazas de guardería para todos aquellos padres (entiéndase el vocablo padres como el término con género no marcado, que nadie se me ofenda) que fueran a ir al codemotion, pero que no pudieran o no tuvieran con quién dejar al vástago o vástagos. Independientemente del éxito o del fracaso de la iniciativa, yo de aquí al menos saco dos conclusiones:

Una y primera. Trabajo con gente con la que no me importa compartir mi parcela en el mundo. Es más, me alegro de haber coincidido con ellos. Mención especial para Ismary, Agustín Cuenca y Álvaro Klasse, que entre los tres idearon, planificaron y ejecutaron la idea. Una de las razones por las que me fui de las anteriores empresas fue que no soportaba trabajar con cierto tipo de gente, cuyos nombres voy a permitirme omitir por no perder la elegancia, y porque uno no sabe las vueltas que da la vida, no nos engañemos.

Dos y segunda. En nuestra mano está cambiar el mundo. No necesariamente de golpe y en plan revolucionario a base de guillotina, sino poco a poco y con pequeños gestos con los que incluso nos podamos ayudar a nosotros mismos. No estoy hablando de filantropía ni de convertirnos en una ONG. Estoy hablando de intentar cambiar a mejor aquello que nos conviene y nos rodea, instalándonos si se me apura en una actitud mayormente egoísta, pero que no por ello ha de ser malvada. En este caso el germen de la iniciativa surgió a raíz de un comentario de Ismary, que estaba pensando cómo podía encajar a su pequeña fiera ese fin de semana, y que Agustín recogió al vuelo y lo devolvió en forma de pregunta. Una pregunta que durante siglos ha resultado en cambiar el mundo tal y como se conocía hasta el momento de ser formulada: ¿y por qué no...?

Pues bien, al final el resultado fue que optamos por ofrecer sesenta plazas de guardería y que de todas ellas sólo una fue aprovechada. ¿Sólo? Pues yo prefiero pensar que ayudamos a conciliar la vida profesional de alguien a quien no conocemos de nada, y que eso es para presumir y que, desde luego, es infinitamente mejor que no haber hecho nada con respecto a un tema que nos afectaba directamente. En definitiva, creo que hemos ayudado a hacer del mundo, o al menos nuestro mundo, un sitio mejor. El año que viene me gustaría repetir la iniciativa corrigiendo los errores que hemos cometido (que haberlos, los ha habido), y a ser posible, que en lugar de ocupar solo una plaza, ocupemos sesenta. Mientras tanto, a mí me vais a permitir seguir creyendo que la cosa no está perdida y que hay iniciativas, que por pequeñas que sean, merece la pena ser escuchadas entre tanta noticia de chorizo, corrupto y malnacido. Y todo esto lo seguiré contando porque me gusta, me apetece y me parece un motivo para presumir.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. -- Eduardo Galeano